CAPÍTULO UNDÉCIMO.
CAPÍTULO UNDÉCIMO.
Cuando el
perro muerde sólo se molesta el mordido.
Antes de que cayera la luz del día, para recuperar las
fuerzas con las que afrontar el día siguiente, para asearnos y descansar, todos
los miembros de esa nueva familia, nos reuníamos junto al río. Era el momento
de hablar entre nosotros de lo que habíamos vivido, oído y compartido con la
gente.
Eran tiempos de profetas y charlatanes, que a cambio de
una dádiva, predicaban la salvación, y nosotros, si queríamos que el pueblo nos
escuchase, necesitábamos que nuestras palabras volasen directas al corazón.
Algunos de esos falsos profetas, en su atrevimiento de
hablar alejándose de la verdad impuesta por el templo, fueron lapidados o
ejecutados. Malos tiempos para el condenado, donde juicios y castigos podían
venir de cualquiera que se sintiera en peligro. Qué gran paradoja, que los
patriarcas de la iglesia o el general del invasor, ambos con grandes ejércitos
a su cargo, vieran peligrar su tranquilidad en las palabras de un peregrino
hambriento y polvoriento.
Sólo se siente la amenaza de quien puede despertar la
conciencia de un pueblo y reconocer la sodomía de quien vive bien a costa de
los demás. En los asuntos de gobierno,
se actúa como en las decisiones de esas familias que nos condenan, que
entienden que para mantener las prebendas unos, deben perderlas otros.
Muchas opciones de
perecer en un mundo con tantos jueces que impartían, no justicia, sino venganza
ante las injerencias de las palabras que recibían sus actos, y estos jueces
entendían, que sólo debían responder a la voluntad de su necesidad, y no al
respeto a los demás.
¡Cuán dura es la oposición, al intentar garantizar la
satisfacción que les otorga la necedad propia!
Poco a poco fuimos viendo cómo se congregaba más y más
gente ante nuestra presencia, ya que nuestras palabras liberadas llegaban antes
que nosotros.
Los más creían ver en ellas el castigo al corrupto o al
invasor. Otros, reconocían en ellas los pecados de su vecino o de su enemigo.
Nadie entendió que aquellas palabras que se escupían al
aire, sólo pretendían mostrar ante los que las escuchaban el pecado cometido
por quien en su momento fuera mi vida, y que ahora no era nada. Esa persona que
mintió, diciendo que nunca le escuché o que yo mismo le engañé, antes que reconocer
que nunca habló, sabiendo que hablar hubiera significado comprender y en
ocasiones ceder, para que no sólo haya un único vencedor. Siempre sentiremos
como injusto perder en nuestra vida, una vida que se convierte en la triste
consecución de días yermos para los que convivieron con el pecador.
Llegamos día tras día a nuestro destino, y en cada
destino, la palabra.
Y en una ocasión, estando todos reunidos
a mi alrededor, comencé a hablar:
-“Recordad siempre al buen agricultor, sin olvidar al
malo. El bueno, sembrará y trabajará cada día para recoger el fruto de la
tierra, sintiéndose orgulloso de su trabajo. El malo, sembrará, pero abandonará
su cosecha como la mala esposa abandona a su esposo, prefiriendo otras
ocupaciones antes que el cuidado, dejando olvidado el campo. Y cuando toque
recoger, su cosecha será el fracaso. Y culpará de tan decepcionante premio a
quien trabaje para él, para acallar a su conciencia.
Pero deben existir el bueno y el malo, puesto que nada
nos permitiría apreciar al bueno sin poder ver cuál sería nuestra suerte en
caso de convivir con el malo.
Igual que se separa el grano de la paja, ved en las
personas que os rodean quién produce riqueza, y quién decepción. El primero,
continuará adelante. El segundo, pondrá en peligro su estabilidad endeudándose
sin fruto con el que garantizar el futuro de su progenie”.
-“Descubriréis la justicia en aquella persona que
despierte y descubra que le falta su compañero de lecho, y
sin importarle nada, salga en su búsqueda. Y tras un largo camino, le encuentre
perdido y le muestre el camino al hogar, haciendo pública su alegría y su gozo,
porque la decisión fue perder de su lado al extraviado o encontrarlo, y
prefirió ir en su búsqueda.
Cuantos perdidos se encuentran, y cuantos nunca regresan.
Todo depende de quién estuvo a su lado en la vida, y quién le dio la espalda.
Yo perdí y fui perdido, y nada me impidió recorrer el
camino para devolver mi alma al hogar del que nunca debió partir, y sin
embargo, reconozco que fue en vano, puesto que recorrí el camino de vuelta
solo. Cada uno de los días de tan largos meses de búsqueda, acababan con la decepción y el fracaso de quien no es
escuchado porque nada hay peor que saber de antemano que nada cambiará la
voluntad del buscado.
Esa búsqueda en el camino del dolor fortalece el amor
perdido para llevarlo a paraísos desconocidos, en los que brilla la luz, y la
felicidad inunda los corazones.
Quien busque la felicidad en la pereza, nunca encontrará,
antes bien creará desdicha”.
-“Conocí la vida de una mujer, que tenía un padre y un
marido. Y pese a que el padre le demandaba, nunca dejó de lado al marido. Sin
embargo, un día la enfermedad golpeó aquel hogar, y cuando el padre partió al
más allá, su marido la miró a los ojos, y le dio las gracias, porque el camino
era el mismo para llegar a uno y a otro, pero sólo en su infinita sabiduría y
amor, supo encontrar tiempo y atenciones para ambos, sin descuidar a ninguno.
Si la vida os trae a hombre o mujer que dicen que
hicieron lo que pudieron pero que no llegaron a ambos, a su padre y a su
marido, no creáis sus palabras. Os miente.
Quien quiere, puede. Quien no quiere, nunca podrá.
Esa es la diferencia entre la buena y la mala persona.
Siempre sus actos, que son premios para quien comparte la vida con un justo, o
castigos para quien convive con el injusto.
Y si el padre clama por el tiempo y esfuerzo que no
obtiene de su progenie, se le recordará que la vida le dio la oportunidad de
crear futuro que es presente, y que no tiene derecho a robarle esa opción a su
descendencia. Nunca abandonar, pero si recordar que es ley de vida, que un padre tuvo su papel antes, y que
un hijo la tiene ahora.
Sólo el necio dejará el futuro en manos del pasado, porque no estará cumpliendo con la ley de la naturaleza, que hace que lo viejo deje paso a lo nuevo, sin impedir su futuro. Del justo equilibrio de las personas justas, depende la vida”.
-“Y sabed de dos hermanas que recibieron la vida de dos,
y a su vez, cada una, dieron la vida a dos. Estas supieron crear como fueron
creadas.
Pero en otro hogar cercano, dos hermanas que recibieron
la vida de dos, no crearon vida sino muerte a la vez. Y cuando mintieron para
ocultar su negligencia, la gente no necesitó de sus falsedades, porque supieron
discernir, que la suerte siempre da la espalda al falso.
Y con el tiempo se descubrió que el destino que
compartieron ambas, vino de la ambición egoísta de su progenie, que nunca supo
entender que las casas tienen puertas para dejar salir a quien lo desea, y
evitar que entre quien nunca debe hacerlo. Y que viendo que llegaba la edad
senil en sus padres, y con la puerta cerrada a la sinrazón, debía expulsarse al
que cerraba la puerta, no a las personas, sino a las malas actitudes, porque
nada hay más lícito que querer mantener la paz en un hogar.
Aquello que ambas quisieron, lo consiguieron, sin caer en
la cuenta de que, si deseamos perder, nos desharemos de lo que nos sobra o nos
incomoda, sin entender ni la una ni la otra que en esta vida, sólo obtiene
quien se esfuerza, no quien se entrega a una falsedad.
Por eso en su hogar se vivían escenas en las que se reía
por la presencia de los suyos, y se lloraba amargamente ante la idea de que los
demás quisieran ejercer el mismo derecho que amparaba a los suyos, el derecho
de compartir su tiempo, siendo familia por ley, pero no la suya de sangre”.
-“Y debéis ser sabedores de la verdad, que es que todos
somos en esta vida agua y recipiente. Agua para adaptarnos al recipiente que la
vida nos depare, y recipiente para albergar el líquido que nos llegue.
Pero no deberíamos equivocarnos con el recipiente que
elegimos.
En mi vida encontré el que creí sería perfecto, pero que
con el tiempo descubrí que me dejó escapar por tres agujeros por los que se
escapaba mi alma día a día.
Otros habéis creído encontrar el recipiente en quien sólo
fue interesado y encontró lo que buscó. No todo aquel que se cruza en nuestras
vidas está destinado a ser recipiente.
Si no deseáis sufrir ni poner en peligro vuestros
sentimientos, no deberíais derramaros en aquellos que no serán nunca nada más
que presencia en un lecho pasajero.
No todo el beneficio momentáneo justifica abandonar el
destino fijado para vosotros, de encontrar el recipiente que dé paz eterna a
vuestra alma, y que traiga esa sensación de paz y felicidad que perdurará hasta
el fin de vuestros días”.
Y mientras hablaba y oraba, veía el rostro de quienes me
escuchaban, jóvenes y viejos, cultos e ignorantes de la vida, sanos y enfermos,
personas de cualquier condición, y yo tan sólo podía transmitirles lo que
sentía, el sentido de la justicia, tan respetable como lo era el de la
injusticia para los demás.
-“Y no creáis escuchar el sentido de la venganza en mis
palabras. Ni el deseo de crear el mal en el prójimo.
Mis palabras son el bálsamo para el alma, mi alma y la
vuestra. Y quien diga la verdad, quien diga que desea vuestra felicidad, no
encontrará maldad en ellas. Pero quien se mienta y mienta a los demás, esa
persona se sentirá ofendida por estas palabras, medicina de un alma que debió
vivir antes que sentirse muerta.
Muchos son los que se dicen misericordiosos, pocos
quienes lo son de corazón. Muchos los que buscan una imagen de piedad en sus
actos públicos, pocos los que no necesitan ser vistos, sino sentidos como
piadosos.
Deberíamos hablar más con nuestra conciencia y menos con
nuestro orgullo, si queremos convivir en paz”.