CAPÍTULO NOVENO. ¿Por dónde empezar?
CAPÍTULO NOVENO. ¿Por
dónde empezar?
Cuando el
interés gana, el ser humano calla.
Tras la larga soledad del condenado sin pruebas, del reo
sin defensa, una vez superada la tristeza de ser el banal objeto de los rumores
interesados, esos que buscaron manipular la opinión de los débiles de mente,
sentí como mis pies buscaron el camino. Que fácil solución fue perjudicar para
lograr la salvación, para presentar como víctimas a aquellos que fueron verdugos.
Realmente nunca abandonó ese estado de tristeza mi corazón, ese sentimiento
de vacío y desesperación.
Mientras mis piernas me empujaban hacia mi destino, entonces aún
desconocido, mi cabeza cayó en la cuenta de la
necesidad en la vida de emprender todo viaje acompañado, para que alguien te
encuentre cuando los pasos se pierdan.
Acudí al hogar de una esposa que lo fuera de verdad, el de mi madre.
Me abrazó mientras me mostraba el dolor por el fracaso
anunciado, pero no por ello menos doloroso, el dolor que sufrió por sus nietos,
no como otros, que alentaron y provocaron las situaciones que serían el origen
del daño que ellos sufrieran, una vez más, recuerdo, pensando en su propio interés que
creyeron se impondría.
Conté a mis hermanos el camino que estaba dispuesto a
emprender, y cuando conocieron mis planes, quisieron ser los primeros en querer
unirse a mi destino, dejando familias y hogares, para no abandonar al hermano
desahuciado de la vida, y me acompañaron haciendo que el destino nos hiciera
conocer a personas que sufrieron los
desmanes de la inconsciencia del egoísta, y que quisieron abandonar su vida
para comenzar una nueva con nosotros.
Y una vez estuvimos juntos, les conté cuál sería nuestro
destino:
-“Hermanos, hemos sentido la vida como lo que ha sido, la
espina dolorosa en nuestra boca.
¿Hemos sido acaso merecedores de tal desgracia?
Yo os respondo: no.
Hubo corazones fríos y vacíos en la gente que convivió
con nosotros, y la ausencia de sentimientos en esos cuerpos y mentes, ha
convertido nuestra vida en la nada, hasta empujarnos al precipicio de la
soledad.
La peste del pueblo no solo es la ignorancia, sino
también la lucha por el interés personal, que arrastra como la marea en el mar
tempestuoso cualquier vestigio de lo que antes fuera vida y que ahora se ha
convertido en muerte.”
-“Y no me equivoco al llamaros hermanos, ya que aunque el
vínculo de sangre no nos una, la vida sí lo hizo, y yo sé, que el día en que
llegue mi partida, mi padre, que nos dejó a mi familia y a mi años atrás, me
espera, y me sentaré a su diestra para aceptaros a todos en nuestra mesa. Y es
que él, también ha sido testigo de lo que han hecho de nuestras vidas los
injustos. Y juntos de nuevo, mi padre y yo, juzgaremos a todos, para bendecir a
los limpios, y para señalar y entregar al castigo eterno a los sucios.
Nadie quedará impune si ha cometido crímenes, y no hay
mayor maldad, que la de impedir al prójimo que viva una vida plena y feliz. No
hay peor maldad que la de vivir de espaldas a los demás, cuando este mundo está
lleno de personas merecedoras de amor y cariño”.
-“No dejaremos impunes a aquellos que necesitaron llenar
el cántaro de sus vidas vaciando el nuestro de ilusiones y sentimientos,
luchando con la mejor y más potente arma que podemos empuñar: la palabra.
Que nuestras bocas sean las portadoras de la justicia en
forma de oración, que penetre en las almas perdidas y solitarias.
Muchos serán los que en esas palabras encuentren
consuelo. Muchos los que descubran el destino.
Pero lo más importante, todos hallarán la verdad en esas
palabras que resonarán en la conciencia del cobarde que intentó silenciar
nuestra voz”.
-“Que no haya alma humana que quede sin consuelo, porque
nunca vi necesario curar al sano, sino que debemos asistir al enfermo, al
moribundo, al perdido, y mostrarles a todos ellos que no están solos, que
tienen nuestro apoyo, y que recibirán nuestro abrazo que todo lo cura. Porque
nosotros seremos, hermanos de aquellos que se sienten desdichados, y no del
feliz ni del vencedor.
Y todo ello sin pedir ni esperar nada a cambio, porque
mostrarse humano y comprensivo con el abandonado, es mostrar el mejor aspecto
de nuestro ser. Eso nos diferenciará de quien ve las lágrimas y no cambia su
semblante ni el frío de su corazón frente al sufriente.
Iremos a las puertas del templo, donde las personas que
son tratadas con desprecio por la vida, buscan el sustento del cuerpo y del
alma, mientras que aquellos que ofenden
a nuestro señor, entran altivos para ser vistos junto al altar, lugar no de
oración, sino de peregrinaje social, incapaces de asomarse al corazón de las
personas y al alma de nuestra religión.”
-“No hagáis de vuestras vidas un carente devenir de días,
en los que sólo las fiestas de guardar os recuerden que debéis acudir a orar.
Recordad al impío que no es necesario el templo para hablar con el alma, tan
sólo no vivir de espaldas al prójimo, puesto que nada dice en nuestras sagradas
escrituras acerca de la necesidad de sanar, si no de proteger antes de cometer
el pecado y el delito.
Si los delincuentes no cometieran pecados, no
necesitarían tanta oración.
Su alma tiene que ser tan sucia como sus actos, para no
salir de los muros del templo.
No requiere consuelo ni perdón aquel que ama, sino el que
peca, y dentro de los pecadores, sólo aquel que conscientemente se impone con
sus vilezas al que cree débil. Sólo así entenderéis qué pasó, cuando sepáis que
fuisteis testigos de cómo se presentaban como víctimas, los culpables”.
-“Y aquel que sólo sienta pena por las almas de los
demás, se equivoca totalmente. Ninguno de nosotros está libre de pecado, así
que ninguno de nosotros se librará del peor de todos los castigos, que es el
que trae el destino.
Muchos son los pecadores, pero pocos los que no se engañan
a sí mismos acallando su propia consciencia, mintiéndose una y otra vez,
cambiando los sucesos de su historia.
Tratad como igual al que se equivocó, porque errores
cometemos todos, y despreciad a aquellos que los propiciaron. Uno de los peores
méritos que adornan al ser humano, es el ser instigador de males y desgracias
ajenas. Ese pecador, ni pedirá el perdón de sus pecados ni los reconocerá”.
-“Partamos hermanos en un largo viaje que nos lleve a
conocer, no lugares, sino personas, que es el verdadero destino de la vida.
Todos somos viajeros, y sin saberlo, llevamos como equipaje nuestro ser”.
-“Repartamos palabras de apoyo a quien las necesite”.
-“Entreguemos palabras de paz a quien nos la desee”.
-“Recordemos con nuestras palabras las faltas a quien las
cometió sin temor a herir”.
-“La grandeza de la vida es asomarse a las personas,
respetarlas, amarlas y conocerlas, y pese a todo, seguir a su lado.
Os recomiendo desconfiar de quien, ante la adversidad y
la pesadumbre, abandona a su prójimo, porque no hay peor persona que quien se
rinde en la vida, dejando al que se suponía era su ser querido tirado en
cualquier paraje.
Que la gente no nos vea como seres perfectos, sino como
seres que quieren o pueden entregar lo mejor de sí mismos en caso de ser
atendidos y amados.
Escuchad con atención a vuestro igual. Que nadie pueda
decir que nunca le escuchasteis, sino que cuando os recuerden, lo hagan con el
cariño del que se supo atendido y comprendido, curado y sanado.
Que tras conversar con vosotros, quede en ellos la
sensación de que han recibido el mayor consuelo que se puede recibir, que es la
atención de quien les quiso como fueron.
Que quede grabada en su memoria que no somos dignos de
las mayores alabanzas, pero que nuestras palabras y nuestros silencios bastaron
para curar heridas.”
-“Que todos sepan, vayamos donde vayamos, que somos
hombres de paz, y no de guerras, pero que se sepa también, que quien se
enfrenta a nosotros, sufrirá el castigo que merece, que no es otro que el desprecio
y la publicidad de las faltas cometidas y escondidas a
los ojos de su vecino. Porque ningún delito debe ser ocultado, pero tampoco
mostrado, si no es para que la gente aprenda cómo no
debe ser ni comportarse el ser humano.
Dad cariño y amor a quien está huérfano de este sentir, y
volved la cara a los padres de la desolación.
Mostraremos a quien sufre una sonrisa eterna, para que
aun cuando nuestro cuerpo desaparezca, nuestro mejor recuerdo perdure en
quienes algún día piensen en la suerte que tuvieron de conocernos, en la
suerte que vivieron al compartir nuestras vidas.
Ofreceremos nuestra sonrisa pese a que nuestra alma
llore, y aun cuando haya quien se percate de que nuestros ojos se muestran
tristes.
Dentro del ser humano, incluso en el más monstruoso,
brota la semilla del amor, pese a que siempre se corra el riesgo de que la
planta se marchite, y nunca llegue a dar sus frutos.
Para quien sepa cuidar, sembrará y recogerá. El que no
trabaje, recogerá el vacío y pasará el hambre que merece”.
-“Recordad, todos somos hijos de un mismo ser; no es
necesario un vínculo de sangre que nos una, y todos debemos sentirnos uno, a
los ojos del padre, para que sepamos, o cuando
menos, aprendamos a amar y respetar.
-“Y aquel que
además del vínculo de sangre necesite de un lugar para marcar su identidad, a
ese yo le digo que es un ser vacío y carente de personalidad, como el que sólo
se guía por la imagen que percibe el ojo, olvidando mirar con su corazón.
Vuela el ave y no entiende de límites ni fronteras,
recorriendo en busca de su necesidad una tierra que le dé lo que necesita.
Sólo el débil, sólo el ignorante, sólo el imbécil, se
sentirá orgulloso y se definirá por el lugar al que pertenece. Todos sentimos
cariño por la tierra que nos vio nacer, o la que nos vio crecer, y es lícito y
correcto.
Pero ese que sienta que defiende una
tierra olvidando que basta con levantar la vista para ver que hay más, muchas
más tierras en las que vivir, ninguna mejor ni peor, corre el riesgo de ser un
hombre o una mujer encerrado en una prisión, y lo que
es peor, ser objeto de la manipulación de quien de forma interesada desea
encontrar beneficios ensalzando el sentimiento de orgullo que todos sentimos
por el lugar donde nos encontramos.
Recorremos pueblos, y en cada pueblo, su gente, que es un
descubrimiento en sí. Y no imagino a nadie tan estúpido como para limitar su
vida a un lugar, pudiendo enriquecerse día a día.
Mis padres llegaron al lugar en el que nací porque
supieron discernir que su necesidad estaba por encima de su sentimiento, y
vivimos para aquel que no lo sepa , en un mundo
conectado por caminos para acercar, no en agujeros en los que encerrar a las
personas, salvo que el ingenuo se deje llevar por el interés del sinvergüenza,
que tenga un interés que nunca mostrará.
Y quien elija en su libertad no conocer, no avanzar, no
evolucionar, que lo decida para sí, pero no para los demás, puesto que estará
tomando una decisión que no le corresponde tomar, y lo que es peor, estará
limitando la libertad de aquellos a los que impone dicha visión, con toda
probabilidad, porque prefiere la satisfacción del necio que controla a los
demás a la alegría del inteligente, que aprendió que la mayor satisfacción de
esta vida es ver que los demás encuentran su felicidad”.
-“Sencillo y simple, ser prisionero o sentirse libre”.